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PRESENTACION Tras décadas de encandilamiento ante las virtudes de las llamadas obras públicas la sociedad empieza a ver que no es oro afirma Marcos A. Freibere en Represas y Ecología: "Aunque la aspiracion de progreso y desarrollo tecnológico es legítima, no debe ser lograda a costa de la ca1idad de vida de la hiosfera y del hombre mismo, pues se desvirtúa el propósito buscado y el resultado es con traproducente". Por suerte, hoy crece la conciencia de que dejarle a las próximas generaciones un mundo si no mejor al menos igual al que hemos recibido, es a lo mínimo que deberíamos aspirar. "Ya tenemos suficente experiencia como para afirmar que, por su impacto ambiental profundo y veloz, las obras faraónicas dejan una secuela de problemas ambientales, sanitarios y sociales de difícil solución, además de abultadas deudas", sostiene el conservacionista Juan C. Chébez.
En este siglo, el país, encaró grandes obras hidroeléctricas que alteraron los ciclos naturales de numerosos ríos y que "según muchos tecnócratas, solucionarían mágicamente los problemas energéticos, dice Chébez. Hoy, la mayoría de las provincias argentinas cuentan con obras hidroeléctricas y han perdido territorio bajo las aguas sín preocuparse por los cambios climáticos y bioecológicos, y por posibles compensaciones que, de hacerse, los hubieran vuelto menos negativos".
"En nuestro país no existe una ley del medio ambiente que regule los posibles impactos, y por lo tanto las evaluaciones no pueden ser exigidas porque no son obligatorias" dice Irene Wais de Badgen, bióloga y jefa de Ecología y Medio Ambiente del Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, destacando la positiva tendencia insinuada en la última reforma constitucional, que en el artículo 41 incluye el amparo al medio ambiente. "Pero aún nos falta una ley-marco, ya que los ambientalistas no nos oponemos al desarrollo: sólo queremos que sea sustentable".
Con el agua al
cuello
Problemática del
Río Paraná y en el límite con Chile.
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